Amar como un niño
Maná del Líder
Lunes 9 de Diciembre, 2019Al Servicio de la Comunidad Profesional y de Negocios
Éramos la única familia con un niño en el restaurante. Senté a Erik en una silla alta para niños y note que
todos comían y hablaban quietamente. De repente, Erik chilló con regocijo y dijo,
"Hola". Golpeaba con sus manos de bebé la bandeja de la alta silla.
Sus ojos estaban sonrientes y su boca desnuda
en una mueca desdentada, mientras se reía con alegría.
Miré y vi la fuente de su alegría. Era un hombre cuyos pantalones eran muy holgados con una cremallera a media asta y sus dedos sobresaliendo de lo que parecían zapatos. Su camisa estaba sucia y su cabello despeinado y sin lavar. Los pelos en su cara eran demasiado cortas para ser considerados barba y su nariz era tan varicosa que se parecía un mapa. Estábamos muy lejos de él para olerlo, pero estaba seguro de que olía mal. Agitaba sus manos con muñecas fláccidas.
-"Hola, bebé; Hola, chico grande. Te veo, amigo", dijo el hombre a Erik.
Mi marido y yo intercambiamos miradas, "¿Qué hacemos?"
Erik siguió riendo y respondiendo, "Hola, Hola." Todos en el
restaurante notaron la escena, nos vieron a nosotros y luego al hombre.
El viejo estaba haciendo ruido con mi hermoso bebé.
Llegó nuestra comida y el hombre comenzó a gritar a través del salón, "¿Juegas palmaditas? ¿Sabes jugar escondido? Mira, él sabe juegas escondido."
Nadie pensó que el viejo fuera gracioso. Estaba evidentemente ebrio.
Mi esposo y yo estábamos avergonzados.
Comimos en silencio; con excepción de Erik, que se movía en su silla hacia todo mostrando su repertorio al viejo vagabundo, que a su vez, correspondía con lindos comentarios.
Finalmente terminamos de comer y nos dirigimos a la puerta de salida. Mi marido fue a pagar la cuenta y me dijo que me alcanzaría en el estacionamiento.
El viejo estaba sentado serenamente a lado de la puerta. Entonces oré diciendo -"Señor, déjame salir de aquí antes de que él me hable a mí o a Erik”.
Cuando me acerqué al hombre, volví mi espalda tratando de esquivarlo y evitar cualquier olor que viniera de su lado. Entonces Erik se inclinó sobre mi brazo, extendiendo ambos brazos en posición de abrázame. Antes de que pudiera detenerlo, Erik se había impulsado hacia los brazos del hombre. De repente un oloroso viejo y un niño consumaron su relación de amor.
Yo era una cristiana que estaba ciega, sosteniendo a un niño que no lo era. Sentí que era Dios preguntando, "¿estás dispuesta a compartir a tu hijo por un momento?" cuando El compartía a Su hijo Jesús por toda la eternidad. El anciano andrajoso, involuntariamente, me había recordado que "Para entrar en el Reino de Dios, debemos volvernos como niños."
Comimos en silencio; con excepción de Erik, que se movía en su silla hacia todo mostrando su repertorio al viejo vagabundo, que a su vez, correspondía con lindos comentarios.
Finalmente terminamos de comer y nos dirigimos a la puerta de salida. Mi marido fue a pagar la cuenta y me dijo que me alcanzaría en el estacionamiento.
El viejo estaba sentado serenamente a lado de la puerta. Entonces oré diciendo -"Señor, déjame salir de aquí antes de que él me hable a mí o a Erik”.
Cuando me acerqué al hombre, volví mi espalda tratando de esquivarlo y evitar cualquier olor que viniera de su lado. Entonces Erik se inclinó sobre mi brazo, extendiendo ambos brazos en posición de abrázame. Antes de que pudiera detenerlo, Erik se había impulsado hacia los brazos del hombre. De repente un oloroso viejo y un niño consumaron su relación de amor.
Erik en un acto de total confianza, amor y sumisión puso su cabecita sobre el desigual hombro del viejo. El hombre cerró sus ojos y lágrimas empezaron a derramarse sobre sus mejillas. Sus viejas manos llenas de mugre, dolor y trabajo duro acurrucaron a mi bebé y entonces le acariciaron sus espalda.
Ningún par de seres humanos se han amado tan profundamente en tan corto tiempo. Me quedé de una pieza impactada.
El viejo meció a Erik en sus brazos y sus ojos se dirigieron a los míos. Me dijo entonces con voz firme, "cuida a este bebé."
De alguna manera logré decir "Lo haré," porque tenía un nudo en la garganta.
Separo a Erik de su pecho de mala gana, con nostalgia, como si estuviera sufriendo. Al recibir de vuelta a mi bebé, y el hombre me dijo: "Dios la bendiga, señora, por haberme dado este regalo de Navidad." Murmure solamente gracias.
Con Erik en mis brazos, corrí hacia el coche. Mi marido me preguntó por qué estaba llorando y sosteniendo Erik tan firmemente yo solo decía, "Dios mío, Dios mío, perdóname." Había presenciado el amor de Cristo a través de la inocencia de un niño pequeño que no vio ningún pecado, quien no hizo ningún juicio; un niño que vio un alma y una madre que vio solo las apariencias.
Yo era una cristiana que estaba ciega, sosteniendo a un niño que no lo era. Sentí que era Dios preguntando, "¿estás dispuesta a compartir a tu hijo por un momento?" cuando El compartía a Su hijo Jesús por toda la eternidad. El anciano andrajoso, involuntariamente, me había recordado que "Para entrar en el Reino de Dios, debemos volvernos como niños."
REFLEXIÓN
Hay una distinción que necesariamente debo hacer respecto a la expresión "ser como un niño". Cuando Jesús habla de esto no se refiere a ser inmaduro emocional y espiritualmente. Tampoco lo esta limitando a una edad o género específico. La historia de este Maná del Líder refleja claramente que se trata de vivir con pureza en nuestra alma: amar con inocencia, no ver el pecado en la vida de los demás, y no pasar juicio alguno a otros. Solo así se puede amar genuinamente, porque nos despojamos libremente de los prejuicios que nos impiden amar. Mejor aun que nos impiden arriesgarnos a amar como lo hace Jesús con nosotros diariamente. Entonces "ser como un niño" es amar como un niño.
Ser como un niño tiene que ver más con madurez emocional y espiritual porque esa condición no la da la edad, ni la experiencia. El niño de nuestra historia se extiende curioso y expectante hacia la aventura de amar a un desconocido con pureza, sin prejuicio.
¿Será posible amar así? Si, es definitivamente posible, pero no con nuestro amor humano, limitado y desconfiado, modelado por el dolor, las heridas y las pérdidas. No hay forma de recibir amor, si no damos amor. Jesús lo demostró con su nacimiento en Belén hace más de dos mil años.
No hay forma, tampoco, de crecer sin amor, y nada de lo que hagamos para Dios vale más que amar a los demás como el nos ama. Así que no tenemos excusa para no amar como un niño. Todo empieza con una decisión intencional y diaria que Dios honra llenándonos con Su amor para dar a quienes lo necesitan.
FRASE DE PODER
La sonrisa de un niño es la pureza de Dios.
ESCRITURA
Mateo 8:13 (NTV)
"Entonces Jesús les dijo: —Les digo la verdad, a menos que se aparten de sus pecados y se vuelvan como niños, nunca entrarán en el reino del cielo."
Esta navidad recordamos el nacimiento de Jesús, el acto de amor más extraordinario que Dios ha dado a la humanidad a través de un niño. Jesús es la razón de la estación navideña, y es nuestra decisión diaria recibirlo en el pesebre en que hemos convertido nuestro corazón, para amar de nuevo como un niño.
este es un riesgo que todos podemos asumir, porque nadie es tan pobre como para no poder dar un abrazo y regalar una sonrisa a quien la necesita.
Feliz Navidad
Juan Carlos Flores Zúñiga
FUNDACIÓN LIDERINNOVA
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