En los zapatos de otro
Maná del Líder
Lunes 21 de octubre, 2024Al Servicio de la Comunidad Profesional y de Negocios
EN LOS ZAPATOS DE OTRO
William era un tipo grande, torpe y poco atractivo. Se vestía extrañamente con ropa que no le quedaba bien. Había varios individuos que pensaban que era divertido burlarse de él. Un día uno de ellos notó un pequeña rotura en su camisa y le dio un jaloncito. Otro obrero en la fábrica agregó su poquito y en poco tiempo había una exhibición de jirones.
Will siguió con su trabajo y al pasar demasiado cerca a una banda transportadora, uno de los jirones de su camisa fue atrapado por la maquinaria. En fracciones de Segundo, la manga y Will estaban en problemas. Las alarmas sonaron, los interruptores fueron accionados y se evitó el problema.
El capataz, sin embargo, al tanto de lo que había pasado, convocó a los hombres y relató esta historia: En mis días mozos, trabajé en una pequeña fábrica. Allí fue donde primero conocí a Miguel. Era grande e ingenioso, siempre haciendo chistes y travesuras.
Miguel era un líder. Entonces también había un hombre llamado Pedro. Él siempre le seguía la corriente a Miguel. Era un seguidor. Y también estaba un hombre llamado… Juan.
Él era un poco más Viejo que el resto de nosotros --callado, inofensivo y apartado. Siempre almorzaba solo. Siempre vistió los mismos pantalones parchados por tres años seguidos. Nunca se unía a los juegos del mediodía: luchas, herraduras, y cosas similares. Se veía indiferente, más bien siempre sentado bajo un árbol en silencio. Juan era el blanco natural para bromas a menudo de mal gusto. Solía encontrar una rana viva en su porta-vianda o a un roedor muerto en su sombrero. Pero siempre lo tomaba con buen humor.
Entonces, un otoño, cuando las cosas estaban lentas, Miguel tomó unos días libres para ir de caza. Pedro se le unió, por supuesto. Y nos prometieron a todos que si cazaban algo, nos traerían a cada uno una parte. Así que todos nos entusiasmamos cuando oímos que habían regresado y que Miguel había cazado un venado grande. Oímos más que eso.
Pedro nunca podía reservarse nada, y nos dejó saber que tenían una gran broma preparada para Juan. Miguel había cortado al bicho y había hecho un paquete agradable para cada uno de nosotros. Y, para divertirnos, había guardado las orejas, la cola y las pezuñas --sería tan divertido cuando Juan las abriese.
Miguel distribuyó sus paquetes durante el almuerzo. Cada uno de nosotros recibió una buena pieza, la abrimos y se lo agradecimos. El paquete más grande lo guardó para el final. Era para Juan.
Pete estaba a punto de estallar y Miguel se veía muy satisfecho. Como siempre, Juan estaba sentado solo; estaba en el extremo más lejano de la gran mesa. Miguel empujó el paquete donde él pudiese alcanzarlo; y todos nos sentamos a esperar. Juan nunca decía mucho. Uno pudiera nunca darse cuenta de que él estaba presente por "su mucho hablar". En tres años nunca habría pronunciado cien palabras. Así que nos asombramos con lo que pasó a continuación.
Él tomó el paquete con firmeza y se puso lentamente de pie. Le sonrió ampliamente a Miguel --y fue entonces que nos dimos cuenta de que sus ojos relucían. Su manzana de Adán tembló de arriba a abajo por un momento hasta que recobró el control de sí mismo.
"Sabía que no me olvidarían", dijo agradecido; "¡sabía que lo harían! Ustedes son grandes y juguetones, pero sabía que tenían un buen corazón". Tragó nuevamente y entonces se dirigió al resto de nosotros.
"Sé que no he sido muy amistoso con ustedes, pero nunca quise ser rudo. Verán, tengo nueve chicos en casa --y una esposa que ha estado inválida-- en cama por los últimos cuatro años. Nunca se va a mejorar. Y algunas veces, cuando se siente realmente mal, tengo que estar a su lado toda la noche para cuidarla. Y la mayor parte de mi salario tengo que gastarlo en médicos y medicamentos. Los muchachos hacen lo que pueden para ayudar, pero a veces ha sido difícil poner alimento en sus bocas".
"Quizás piensen que es tonto de mi parte el que coma solo. Bueno, reconozco que me he avergonzado un poco de mí mismo porque no siempre tengo algo en mi emparedado. O, como hoy --tal vez solo hay un nabo crudo en mi porta-vianda. Pero quiero que sepan que esta carne realmente significa mucho para mí. Quizás más que a nadie aquí porque esta noche mis muchachos", se secó la humedad de sus ojos con el dorso de su mano, "...esta noche mis muchachos van a tener una buena…" Tensó la cuerda del paquete.
Habíamos estado observando a Juan con tanta atención que no le habíamos prestado mucha a Miguel y a Pedro. Pero todos los observamos ahora, porque ambos se lanzaron al mismo tiempo a agarrar el paquete. Pero llegaron muy tarde. Juan había roto el envoltorio y ya estaba revisando su regalo.
Examinó cada pezuña, cada oreja, y entonces levantó la cola que se colgaba blanda. Debía haber sido tan divertido, pero nadie se rió --ninguno en absoluto. Pero la parte más difícil fue cuando Juan levantó la mirada e intentó sonreír.
Aquí fue donde el capataz dejó la historia y a sus hombres. No tuvo que decir nada más; pero fue gratificante observar que mientras cada hombre comió su almuerzo ese día, compartió con William y uno de ellos incluso le ofreció su camisa.
REFLEXIÓN:
Muchas veces no entendemos porque tal persona es callada, no ríe, parece raro o como que no encaja en el grupo, y la verdad es que desconocemos mucho de esa persona, cuando nos acercamos y nos enteramos que viven o sufren y nos ponemos en sus zapatos, entenderemos su corazón.
Ponerse en los zapatos de otros es difícil, implica no juzgar, aceptar a la persona con su altos y sus bajos. Tampoco significa estar de acuerdo en todo con la persona en cuyos zapatos nos ponemos. Significa en síntesis dar de gracia lo que hemos recibido de gracia.
Olvidamos a menudo cuanta gracia ha sido derramada en nuestro favor, perdón, misericordia hacia nuestros pecados y yerros, y con el tiempo nuestra mente olvida o niega, y nuestro corazón se endurece hacia otros especialmente si luchan o sufren.
Dios nos manda amarle con todo lo que tenemos, pero también amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. No los ignoremos, acerquémonos hoy a ellos y quizás nos sorprendamos.
FRASE DE PODER:
Aceptar a otros sin juzgarlos es el principio de la gracia
ESCRITURA:
Romanos 9:15 (LBLA)
“Porque El dice a Moisés: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y tendré compasión del que yo tenga compasión..”
Amar, perdonar, mostrar misericordia, ponernos en los zapatos de otros no nos es natural. Lo tenemos que aprender a hacer una vez que decidimos vivir una vida conforme a los propósitos de Dios. Una fe sin obras, no obstante, es una fe muerta. ¿Por qué no empezamos hoy por decidir mostrar gracia a otros como Dios la mostro primero por nosotros?
Su hermano en Cristo
Juan Carlos Flores Zúñiga
FUNDACÍON LIDERINNOVA
Comentarios
y tambien para tantos el llame me acostumbrare a mirar los zapatos del mi projimo
Claro para los que conocemos la Palabra de Dios esto va más allá que solo hacer una buena obra, es vivir el diseño: “ Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” Ef 2:10