La llama de la amistad

Maná del Líder
Lunes 22 de junio, 2020
Al Servicio de la Comunidad Profesional y de Negocios

LA LLAMA DE LA AMISTAD

Un hombre que regularmente asistía a las reuniones con sus amigos, ningún aviso, dejó de participar en sus actividades. Después de algunas semanas, una noche muy fría el líder de aquel grupo decidió visitarlo. 

Encontró al hombre en casa, solo, sentado frente a una chimenea donde ardía un fuego brillante y acogedor. Adivinando la razón de la visita, el hombre dio la bienvenida al líder. Se hizo un gran silencio. Los dos hombres sólo contemplaban la danza de las llamas en torno de los troncos de leña que crepitaba en la chimenea. 

Al cabo de algunos minutos el líder, sin decir palabra, examinó las brasas que se formaban y seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas, retirándola a un lado del brasero con unas tenazas. Volvió entonces a sentarse.

El anfitrión prestaba atención a todo, fascinado pero inquieto. Al poco rato, la llama de la brasa solitaria disminuyó, hasta que sólo hubo un brillo momentáneo y el fuego se apagó repentinamente. En poco tiempo, lo que era una muestra de luz y de calor, no era más que un negro, frío y muerto pedazo de carbón.

Muy pocas palabras habían sido dichas desde el saludo.  El líder, antes de prepararse para salir, con las tenazas regreso el carbón frío e inútil, colocándolo de nuevo en medio del fuego. De inmediato la brasa se volvió a encender, alimentada por la luz y el calor de los carbones ardientes en torno suyo.

Cuando el dirigente alcanzó la puerta para irse, el anfitrión le dijo: 
- "Gracias por tu visita y por tu bellísima lección. Regresaré al grupo. Buenas noches...".


REFLEXIÓN

Hemos sido diseñados por Dios para relacionarnos con otros seres humanos. Aunque algunos por inseguridad, heridas o introversión busquen la soledad como estilo de vida, nada de significado duradero se construye a partir de una vida solitaria.  Aunque podemos meditar, orar y soñar en la intimidad de un espacio privado, nos necesitamos unos a otros para crecer y contribuir.

No, no es fácil convivir con otros seres humanos, pero he aprendido que la gente que más me irrita es la que más se parece a mi. Entonces, el problema no está en los demás, sino en mi.  Yo debo enfrentar mis temores, identificar mis inseguridades y carencias, y arriesgarme a establecer amistades y amar extravagantemente a otros.

Si digo que amo a Dios y que El es mi amigo, estoy predicando solo la mitad de Su enseñanza porque Jesús se hizo hombre, se relacionó con otros seres humanos, fue amigo, y también fue herido, y traicionado. No somos mejores que Jesús y podemos aprender de Él, y decidir acercarnos, tomar riesgo y conocer a otras personas más allá del nivel superficial de las redes sociales y los saludos de cortesía.

Se requiere vulnerabilidad, coraje y amor a Dios y por supuesto tiempo. Porque si amamos a Dios, pero no amamos a los demás, no conocemos realmente Su amor, ni el propósito por el cual fuimos puestos sobre esta tierra. Para tener amigos deben aprender a ser amigos, a acercarnos a otros, a dar pasos, a esperar incluso rechazo. Todos somos desconocidos antes de convertirnos en amigos.

La expresión más dinámica de ese amor por los demás son los grupos donde por afinidad, cercanía, etapa de la vida y personalidad nos acercamos para madurar y vivir la vida con plenitud y significado.

¿Por qué se extinguen los grupos ? Muy simple: porque cada miembro que se retira le quita fuego y el calor al resto.  Este es un recordatorio para cada uno de nosotros de que somos parte de la llama y que lejos de ella perdemos todo brillo. Toda llama aislada del fuego principal se extingue y nadie la recuerda.

FRASE DE PODER:
Ninguna amistad ocurre por accidente

ESCRITURA:
Proverbios 18:24 (NTV)

"Hay quienes parecen amigos pero se destruyen unos a otros; el amigo verdadero se mantiene más leal que un hermano."

Hacer amistades auténticas es la meta más desafiante que puedas trazarte en esta vida, pero es la única que puede recompensar aquí y en la eternidad. La Biblia nos recuerda que no podemos decir que amamos a Dios si no amamos a los demás especialmente a los que son más difíciles de amar. 

Cuando somos intencionales mejoramos como seres humanos, nos volvemos más compasivos y solidarios, nuestro corazón se suaviza, nuestras emociones maduran y nuestro espíritu se aviva. No es tiempo ya de dejar de huir, y empezar a desarrollar amistades auténticas.

Hasta la próxima

Juan Carlos Flores Zúñiga
FUNDACION LIDERINNOVA

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